Francisco de Goya y Lucientes nació en Fuendetodos (Zaragoza) en el año 1746. Aprendió el oficio de pintor, en el taller de José Luzán, hasta que se estableció, por si mismo, con el lema “el pintar de mi invención”.
Goya dibujó e imprimió imágenes caprichosas e insólitas, influenciado siempre por su fantasía y tendencia ideológica, satiriza las costumbres de su tiempo, y plasma las ideas de la ilustración.
Su arte poco académico, y falta de éxito le hace viajar a Italia, donde su aprendizaje sufrirá un positivo cambio evolutivo, según se aprecia en el fresco del Pilar de Zaragoza titulado, “La gloria del nombre Dios”.
En esta primera etapa se ocupa más de plasmar “majas descaradas” de las tascas madrileñas, que de su reputación profesional.
Más tarde e influenciado por el neoclasicismo y los afrancesados de su generación, se le encargó diseñar cartones para la Real fábrica de Tapices de Madrid, realizando 63 composiciones. El primero que realizó fue “Merienda a orillas del Manzanares”, le siguieron “la riña en la venta nueva” “El columpio”, “Las lavanderas” “El quitasol” y “El albañil herido” de temas populares, graciosos vivos y realistas, como fábulas, expediciones militares o escenas de caza.
Una vez pintados los bocetos de los cartones, se tejían en tapiz y se destinaban para la decoración de Palacetes Reales y residencias, previa medición de las estancias donde iban a ser colocados y se daba traslado de sus medidas al Real Fábrica de Tapices.
Hacia 1789, Goya se convierte en el pintor de la corte de Carlos IV y la reina María Luisa.
Al principio, los tapices de Goya parece que carecen de importancia, permaneciendo enrollados en los sótanos de la Real Fábrica. Pero en 1858 se trasladan al Palacio Real y descubiertos por Gregorio Cruzadas, el cual hizo que los trasladaran al Museo del Prado, donde se puede apreciar casi toda su obra.
Sin embargo el origen de los tapices se traslada a la Edad Media, los cuales se utilizaban para resguardar las estancias de las frías paredes de castillos de piedra, más que como elementos decorativos. En el siglo XV Bruselas y Brujas fueron las principales ciudades de producción de tapices, estos se convirtieron en inversiones y muestras de poder y riqueza.
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